jueves, 2 de mayo de 2013

NICOLÁS CORRALIZA





FURNALD HALL

Nunca he paseado por nueva York
hasta que llegó a mis manos Federico.

Hormigas, navajas de Buñuel con sus filos
cortando vísceras, que sueñan rascacielos de cine.

Son mis pupilas de dos mil trece
las que observan a un gigante negro
que cambió la cuchara por un Kalashnikov .

Sigue nuestra sed, intacta de auroras
en las que bailar el ciego vals de la lombriz.

Mañana, seguiremos queriendo ser quien no hemos sido,
vano esfuerzo en la ciudad de la furia,
donde lo esencial, parece diminuto.

EN LA CIUDAD DEL SILENCIO

Me llamo Silvia, tengo diez y siete años
y viajo a Ciudad Juárez en busca del porvenir,
donde llueven los peligros.

Encontraré trabajo en una maquiladora,
Seré explotada por unos pesos
en este México lindo
de mariachis y machitos del siglo veintiuno.

Y un día, a la salida del trabajo,
un grupo de misóginos borrachos, cobardes con pistola,
me violaran y mutilaran,
esparciendo mi cuerpo por cunetas de Puente Libre.

Me llamo Silvia, tenía diez y siete años.
Soy un número más,
en la fosa común de la impunidad.
Otra rosa extraviada
en la ciudad del silencio.

LOS MUERTOS DEL MAÑANA

Somos los muertos del mañana,
los que nunca imaginábamos vernos inertes,
los que hoy luchamos contra la fiebre del desaliento,
artificieros de la bomba que supone vivir.

Somos los guerreros del fuego de lo efímero,
buscadores de tesoros donde anida el dolor y la injusticia
para romper los barrotes de esta jaula enloquecida
que atenaza nuestras alas, ávidas de cielo y luz.

Somos los muertos del mañana,
y mientras llega el tiempo del ciprés,
remaremos a contracorriente apartando el sinsentido,
que para el ultimo viaje, no hay prisa ni insistencia.

1 comentario:

Purificación dijo...

El poema también existe en la dureza como estas que describes, el de Ciudad Juárez tiene verdades como puños y lo mas importante que no deja de ser poema