martes, 27 de septiembre de 2011

PEPA ROMA




Nacida en La Sentiu, Lleida, España. A los siete años se trasladó a Barcelona con su familia, donde estudiaría Ciencias de la Información y Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Barcelona.

En 1970, vivió un año en Londres para continuar con sus estudios de Lengua y Literatura inglesa, iniciados en el British Institute de Barcelona, culminándolos con el Proficiency in English. Un diploma que se añadía al de la Universidad de Toulouse sobre lengua francesa, que estudió en el Instituto Francés de Barcelona.

Antes había viajado ya a distintos países europeos con su madre (Italia, Francia, Suiza) y emprendido un viaje sola a los 16 años a París.Fue en los albergues de juventud de París y poco después en el Londres de los hippies donde descubriría las posibilidades de viajar con muy poco dinero y las rutas seguidas por los viajeros de la época. Al regreso para continuar con sus estudios pre-universitarios, se preparaba para emprender su vuelta al mundo al terminar COU en el verano de 1972.

Gracias a ello, a los 22 años, había ya vivido un año en Londres, un año en Australia, tres meses en California, seis en la India, y dado la vuelta al mundo.

En Australia, hizo un curso de fotografía en la Universidad de Sydney. Tras comprarse su primera Nikon en Singapur, a la salida de Australia, para proseguir viaje por el Extremo Oriente y el Pacífico, hacía sus primeros reportajes sobre Indonesia, Taiwan, Corea, que serían publicados a su regreso a España en revistas como Jano, Algo o La Gaceta Ilustrada -la revista más famosa de la época en la que publicó las primeras imágenes y reportaje sobre Bali que se veía en España.

Así pues, estaba haciendo ya de periodista antes de saber que iba a estudiar periodismo.

Tras su regreso a Barcelona en 1974 para matricularse en la universidad, seguiría realizando numerosos viajes, entre ellos, uno a Africa de seis meses -en una travesía con otros dos amigos que les llevó a cruzar el Sahara argelino en una camioneta y recorrer Mali, Alto Volta, Ghana, Costa de Marfil, Senegal.

Fue al regreso de África a fines de 1976 cuando retomó sin más interrupciones sus estudios en la Universidad y se integró totalmente en el equipo de TeleXpres periódico ya mítico de la transición barcelonesa, donde había estado previamente en calidad de estudiante en prácticas, junto con La Vanguardia.

Al cerrar TeleXpres, a principios de los años 80, y ya con el título universitario de periodista, volvió a colgarse la mochila a la espalda para recorrer Turquía -donde se quedó otros tres meses- y diversos países del mundo árabe, Túnez, Libia, Marruecos, Irak, Egipto, Jordania, Siria, etc. para trabajar en ellos como periodista por cuenta propia o free-lance. De ese periplo volvió con entrevistas a personajes como el primer ministro tunecino Nuira y el hijo de Burguiba, así como numerosos reportajes que fueron publicados en diversos medios, entre ellos, Diario16 y La Vanguardia.

De regreso, en 1981, se integraba de nuevo en la redacción de un periódico, esta vez de "El Periódico de Catalunya".

En 1983, dejaba Barcelona para ir a trabajar en TVE en Madrid -Telediarios e Informe Semanal-. Desde entonces, ha trabajado también en otros de los principales medios de comunicación españoles, como Diario16, El Globo, El País, una tertulia de Catalunya Radio, etc.

Aunque ha cubierto áreas tan diferentes como política española, cultura, o entrevistas especiales, la relación con diferentes culturas y continentes iniciada en sus viajes, continuaría a lo largo de toda su carrera periodística como enviada especial a diversos escenarios para cubrir acontecimientos de actualidad mundial.

Entre ellos la guerra Irán-Irak o conflictos como la revuelta marroquí de Fez en 1990;elecciones, referéndums y procesos de transición democrática en India, Filipinas, Corea del Sur, Sudáfrica, Chile, Argentina, Países Bálticos, Guatemala, Argelia, etc.; fenómenos sociales como la revolución conservadora de Reagan en EE.UU.; el auge del islamismo en países como Marruecos, etc.

En calidad de entrevistadora para las páginas del domingo o contracubiertas de diferentes periódicos, además de personajes de diferentes campos de la cultura, la ciencia o la política española, destacan las realizadas a mandatarios internacionales como Nelson Mandela, Carlos Menem, Fidel Ramos, V.P.Singh, o tan determinantes en la política internacional como Michel Camdessus, el ex director general del FMI o Mike Moore, director general de la Organización Mundial de Comercio.

Su experiencia en periodismo le ha llevado asimismo a trabajar como Directora de Comunicación en el Ministerio de Medio Ambiente (primer gobierno de Zapatero, 2004-2008) y, anteriormente, como Directora de Comunicación del Ministerio de Justicia (1993-96, último gobierno de Felipe González), así como en la Exposición Universal de Sevilla 1992, como subdirectora de Tele-Expo, la compañía formada por Televisión Española y Canal Sur para la difusión televisiva de Expo'92.

Su primera incursión en la literatura fue con un relato breve "Adios Estambul", accesit del XIII Premio Antonio Machado (1989), al que siguió en 1990 la novela corta "Como desaparecer sin ser visto" (Exadra).

En 1997 obtenía el Premio Andalucía de Novela con "Mandala", novela publicada ese mismo año por Alfaguara. Su tercer y más importante galardón hasta la fecha ha sido por "Indian Express", Premio Azorín de Novela 2011 y publicado por Planeta.

Entre sus libros figuran también otros de ensayo, como "Jaque a la Globalización. Cómo crean su red los nuevos movimientos sociales y alternativos" (Grijalbo 2001), en el que se reúne mucho material periodístico de primera mano recogido en diferentes partes del mundo. "De profesión, periodista. El diario como escuela taller" (Anaya, 2000); "La trastienda del escritor. Una vocación y un oficio” (Espasa Hoy, 2003); "Hablan Ellos" (Plaza & Janés, 1998). Ha sido también editora y coordinadora del libro "Ser Hombre" (Temas de Hoy, 2001), así como de la colección Modelos de Mujer de Plaza & Janés.

ENTREVISTA:

1.-¿Por qué y para qué escribe Pepa Roma?

Supongo que por lo mismo por lo que siempre he leído y viajado, porque busco algo. Sólo que antes lo buscaba fuera y ahora dentro de mí. La literatura es un camino más de descubrimiento de la existencia y probablemente el único que puede dar cuenta completa de lo que somos y dónde estamos como seres humanos. Te obliga a indagar constantemente dentro y fuera de ti; a romper los límites de las ideas adquiridas, de lo que crees saber, para bucear en lo inconsciente, en lo que todavía no conocemos de nosotros mismos y los demás.

2.-¿Cual es la técnica narrativa que más dificultades te crea o la que crees que necesita más trabajo por parte de un escritor: la creación de personajes verosímiles, la estructura, el diálogo quizá? Y ¿cómo resuelves tus problemas?

Probablemente, en el arranque lo más difícil es encontrar el punto de vista desde el que narrar esa historia que ha ido creciendo dentro de ti. Pero cuando lo has encontrado, creo que lo demás se organiza solo. Yo no parto de grandes estructuras previas o cerradas ni de mapas de personajes ni de épocas históricas sobre las que me he documentado previamente, dejo que esto lo vaya reclamando el tema. Para mí todo el proceso inicial es algo muy intuitivo, sólo poco a poco me voy preguntando qué sentido tiene aquello, a dónde va, y empiezo a buscarle un orden. No parto de una idea previa como decir “ahora voy a escribir una novela sobre esto o lo otro”. Surge de una necesidad que se expresa inicialmente en imágenes, no en conceptos, aunque luego termino haciendo novelas como me han dicho de “pensamiento”. Y esta necesidad va creando otras necesidades. La existencia de un personaje llama a otro que le hará de espejo o réplica; las situaciones se van sucediendo con una especie de lógica interna del argumento que empieza a desvelarse; un conflicto llama a otro o a su resolución; de todo ello, surgen los diálogos como otra necesidad, la de ver a esos personajes con su voz y vida propia; para mí es como ir descubriendo las piezas de un rompecabezas del que sólo voy descubriendo la imagen final a medida que las voy poniendo en su sitio; formando un todo coherente, en el que cada personaje, situación o pieza encaja con la otra. Para ello tienes que mantener siempre una idea global de lo que estás haciendo. Aún así, trabajo con una idea muy lineal, como si andara por un hilo invisible. Para mí, una novela es como lanzar una flecha. Al igual que hace el arquero, tengo que ver la meta para poder visualizar el recorrido hasta ella, o saber en qué lugar voy a colocar las piezas. Por ello, sólo siento que tengo una novela cuando a todas esas notas e intuiciones que he ido recogiendo en blocs le veo el final, el lugar hacia donde la quiero llevar, porque siento que ahí es donde se recogerá todo el significado. Aunque muchas veces ese final cambia en el proceso, me sirve de guía para poder avanzar por ese hilo invisible de lo que todavía no está escrito pero está en tu intuición.
La otra dificultad para mí se presenta tras tener una primera versión o borrador. Lo más fácil para mí es escribir 500 folios, cosa que puedo hacer en un par o tres de meses. Pero luego puedo pasar años corrigiendo, reestructurando. Aunque hay amigos lectores que me han dicho que por qué corrijo tanto, que la novela ya estaba en esencia y estructura en la primera versión, no descanso hasta que siento que he sacado de ese texto todo lo que lleva en potencia, y, sobre todo, eliminado una buena parte de páginas que normalmente le sobran. Limpiar tópicos, eliminar redundancias, también interferencias de autor, es un trabajo minucioso. Y, también añadir lo que le falta o potenciar aspectos dramáticos y significados. Quitar y añadir. Es la fase más dolorosa, ya que no puedes volar en brazos de la fantasía o fabulación, si no que tienes que convertirte en crítico implacable de ti mismo, algo que yo sólo logro con la ayuda de algún amigo en el que confío como lector.

3.-¿Vives la soledad del escritor? ¿Necesitas compartir lo que escribes con alguien? ¿Grupos o tertulias literarias, familiares, amigos...?

Vivo la soledad del escritor y la disfruto como una forma de libertad total hasta el primer borrador. Es un tiempo en el que sé que nadie va a juzgarme, y lo cuido mucho no hablando con nadie de lo que hago, ni con mis mejores amigos, no digamos ya en grupo o tertulias. Si tengo alguna superstición como escritor es esta: pensar que si menciono siquiera algo de lo que escribo se va a gafar. Y lo apuro llevando la novela o lo que escribo hasta lo que considero mis límites. Es decir, hasta que creo que he resuelto todos los problemas que me he planteado y se me han ido planteando. Cuando siento que ya he dado todo de mí en esa primera versión, y por más que la relea ya no soy capaz de verle los problemas, es cuando sé que tengo una novela. Pero no totalmente terminada. Sé que ahora empieza lo más arduo: desdoblarse para leerla como un lector. Entonces sí recurro a algún amigo en el que tenga plena confianza como lector. Para mi es fundamental para adquirir una nueva perspectiva de lo que he escrito. Las críticas o dudas que me plantean no las tomo al pie de la letra, pero sí como una indicación de que me están señalando un problema que no he resuelto, o algo que no queda suficientemente claro, o que podría potenciarse más. Pero sobre todo, me ayudan a limar lo que sobra. Creo que esto sirve para ir dando sucesivas vueltas de tuerca a la novela, que la van haciendo más intensa, más concentrada, más dramática también.

4.-¿Tienes alguna manía a la hora de escribir? ¿Alguna rutina establecida o te basas en la inspiración del momento?

En mis primeras novelas o libros me lanzaba a escribir sin control hasta veinte horas seguidas, y aun tengo esta tendencia que me cuesta refrenar cuando estoy arrancando algo. Pero en cuanto puedo, trato de volver a un cierto orden, como escribir sólo hasta las 3 de la tarde. Porque con el tiempo he descubierto que escribir más horas no te permite siempre avanzar más. Cuando te levantas del ordenador, tu cabeza sigue disparada con ideas nuevas, dándole vueltas al tema, a nuevos problemas, y si esto lo hacía antes de irme a dormir, me quedaba toda la noche en vela porque mi cabeza no podía parar. A la mañana siguiente estaba exhausta, lo que daba lugar al consabido bajón, esa puerta por la que entra todo el desánimo y la autocrítica que no te has hecho la víspera. Pasaba sin medida ni control de la euforia a la autocrítica más devastadora, de creer que tenía una gran obra entre manos a tirarla a la basura. Ahora trato de cuidarme más, limitando los excesos y también esa autocrítica de la que puedo ser una verdadera adicta. Poniéndole freno hasta que no tengo un primer borrador. En esa primera fase me digo que lo único que tengo que hacer es encontrar el hilo que está dentro de mí y no perderlo de vista hasta el final. Cuando llego al final del primer borrador sí abro la veda a la crítica, las dejo entrar todas, les doy mil vueltas, porque ya tengo una primera versión de novela sobre la que sustentarme y las críticas sólo servirán para mejorarla. Aunque sigo creyendo que la autocrítica es el único camino para alcanzar lo mejor de ti mismo o tu escritura, hay que aprender a servirse de ella sin que te autodestruya. La autodestrucción –de mis obras- ha retrasado mucho mi camino literario. Aún así, dudo que llegue a ser una escritora totalmente ordenada o capaz de adoptar la misma rutina profesional que tenía en periodismo u otros trabajos. Escribir surge como una necesidad y por tanto, siento que lo mejor es escribir cuando me brotan las ideas. Por ello, llevo siempre un cuaderno en el bolso. Es una manía que tengo desde los 12 años, ir con un cuaderno encima en el que anoto de todo. Cuando tengo muchas notas sobre algo, sé que se está gestando una novela. Pero como son un cúmulo de notas e imágenes dispersas, sólo cuando me siento ante el ordenador empiezo a encontrarles el hilo narrativo que une unas con otras. Así pues, habría que decir que me rijo por una mezcla de impulso desordenado y orden, de libertad y obsesión. Porque cuando ya me he sentado en el ordenador y le he cogido el hilo, me cuesta mucho levantarme de la silla y me irrita cualquier distracción. Por ello cuando me pongo a escribir, sobre todo al principio de una novela, necesito saber que tengo bastante tiempo por delante, muchas horas y muchos días libres de otras obligaciones profesionales. Y, preferiblemente, estar sola en casa las horas en las que escribo.

5.-Hablanos de tu última novela " Indian Express".

“Indian Express” es el ejemplo de algo que ya me ha sucedido más de una vez. Basta que diga de esto no voy a escribir, para que termine descubriendo que estoy reprimiendo un impulso que terminará imponiéndose. En “Mandala” me dije que no iba a escribir sobre una periodista, porque era algo demasiado cercano a mi, y probé a hacer de la protagonista un ama de casa, una yupi del diseño, pero sólo me salían personajes impostados, llenos de tópicos, porque eran profesiones que sólo conocía desde fuera. Tras probar y probar, me di cuenta de que sólo tenía a un verdadero personaje cuando, venciendo mis propios prejuicios, la convertí en periodista –una ex hippy que llega a directora de informativos de TVE-. Aprendí que sólo escribes bien sobre aquello que conoces íntimamente. Con “Indian Express” me ha pasado algo parecido. Tras “Mandala” me prometí que nunca iba a volver a escribir una novela sobre la India, porque daba por agotado el tema y no quería repetirme. Pero en mi último viaje a la India, en 2008, me encontré sin saber ni como llenando libretas con escenas, imágenes, que brotaban solas. Me estaba dando cuenta de que en “Mandala” ni siquiera había abordado la verdadera India de hoy, ya que en ella hay una rememoración de los viajes hippies, pero la protagonista nunca vuelve para verificar sus viejas utopías. Así que allí mismo se impuso “Indian Express” como una especie de consecuencia lógica después de haber escrito “Mandala”: otra ex hippy que sí va a la India a verificar qué queda del mito, qué queda de la India eterna en la India de hoy; qué queda de ese refugio espiritual para occidentales que siempre ha sido la India en la nueva potencia de las tecnologías, de Bollywood, de la globalización. La India se impuso a mí, pero sobre todo, se me ofrecía como el escenario ideal para un tema al que le venía dando vueltas hacía tiempo, el de la amistad entre mujeres. Al encontrarme en uno de esos centros de Ayurveda de Kerala, donde los occidentales van a curarse del estress, me recordó ese sanatorio de “La montaña mágica”, con todos esos pacientes con males indefinidos que no sabes sin son del alma o del cuerpo, y desde donde hacen un repaso al mundo y a su vida. Las relaciones en un lugar cerrado se intensifican, mucho más si estás de viaje en un lugar tan intenso como la India. A la vuelta de ese viaje con varios cuadernos de notas, sólo tuve que sentarme ante el ordenador y la novela surgió de un tirón.


6.-Y finalmente, ¿Qué consejos darías a un escritor novel con ganas de empezar a publicar?

Ambición literaria, humildad y perseverancia. Ponerlo todo y no esperar nada. Que sea muy exigente y muy estricto con su texto antes de presentarlo a una editorial. Para un escritor desconocido su única tarjeta de presentación es su texto y aunque es muy difícil publicar hoy en día en una editorial conocida, siempre tendrá más posibilidades un texto excelente que uno pasable. Lo que no se le exige a un famoso, la excelencia, lo deslumbrante, sí se le exige al novel, porque la editorial es lo único que tendrá para vender a ese nuevo autor, la calidad literaria que hacen de él una posible promesa. Y luego, aunque su texto sea excelente, que no se desanime si no lo consigue a la primera. Hasta los mejores escritores han paseado sus textos por muchas editoriales antes de ser publicados y hasta de recibir grandes premios o reconocimiento por obras que habían sido rechazadas. Que cualquiera que sea el resultado de sus intentos de publicar su primera obra, no tire la toalla y siga escribiendo. Pero también tiene que saber que en el éxito intervienen muchos factores, entre ellos la suerte, la oportunidad. Lo peor que puede hacer es escribir para convertirse en alguien famoso o con éxito. Nuestras novelas no están para servirnos a nosotros y a nuestros egos, si no nosotros para servir a la literatura dentro de nuestras modestas posibilidades. Y humildad para saber que por buena que sea tu obra, no hay obra perfecta. Yo prefiero un libro con un diamante en bruto, algo deslumbrante y con fuerza dentro, que una obra perfectamente construida pero que no aporte nada especial. La literatura se justifica y sigue avanzando por esos destellos que nos abren la mente. Que no se encasquille, que siga su intuición y deseo. En mi libro “La trastienda del escritor. Una vocación y un oficio” (Espasa Hoy), cuento todo este proceso por el que pasan los escritores.




La amistad es uno de los más preciados regalos que existen. La periodista Pepa Roma, flamante ganadora del Premio Azorín de Novela 2011, se adentra en las sombras de la amistad entre dos mujeres a lo largo de toda su vida. Una relación, aparentemente cordial, que poco a poco irá tiñéndose de oscuridad por culpa de los celos, la posesión y los malos entendidos.

Che y Lola son amigas desde hace cuarenta años y para celebrarlo deciden realizar un viaje a la India, un país que quisieron visitar en su juventud. Para Che es una aventura muy especial, ya que ella sí ha pasado largas temporadas en el país y está ilusionada en poder mostrarle a su amiga uno de sus más preciados paraísos. Sin embargo, poco a poco, irá descubriendo que su amistad, uno de los pilares en su vida, está plagada de mentiras y traiciones

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